“Los orígenes paganos de la Navidad son un mito sin fundamento histórico”
William J. Tighe (Doctor y profesor emérito de Historia)
“Vayan al Niño envuelto en pañales, que está en el pesebre, y búsquenle para que los libere de todos los males que les acosan, porque este Niño es Cristo, el Salvador del mundo”.
San Teófanes el Recluso
“Más fácil es apagar el sol que destruir la Iglesia Católica”
San Juan Crisóstomo
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Podemos desprender varios periodos (o tres grandes fases que no desarrollaremos tal cual en el escrito) de la historia cristiana, del inicio al final, igual como sucede con las Iglesias que se mencionan en el libro de Apocalipsis, desde Éfeso hasta la llegada de Laodicea, conforme, a la voluntad de lo que indique la Santísima Trinidad y sus designios, frente a esto podemos acoger una primera etapa que podemos llamar el antes de Jesús (es decir que deviene con el Emmanuel) del cual representa la fiesta de sus promesas hacia la acogida de Dios en y para la humanidad, de aquí que el adviento sea la preparación para su encarnación, terreno que fue trabajado progresivamente por los patriarcas, comenzando con Abraham (con la visitación de los tres ángeles, que más adelante sería representado como la trinidad cristiana) cuyo último personaje importante fue San José, Rey del Silencio, padre Paternal (y legal) del mesías, quien muere después del nacimiento y antes del inicio de su ministerio (bautismo).
El nacimiento hasta antes de su bautismo se presenta en el Río Jordán, con quién se determinaría como el último de los profetas, San Juan Bautista, su primo (protomártir) cuya trabajo seguirán los apóstoles, discípulos (y sus sucesores), por tanto su ministerio público, que comienza a partir de su sumersión hasta el huerto de los olivos y traición de Judas (deja aquí instituido los sacramentos, entre ellos, la eucaristía, conocida como la última cena), esto, para darle trámite a la siguiente etapa, que sería fin en sí mismo de su plan salvífico, con la llamada pasión, ex ante, deja explayada como maestro, sacerdote, hijo del hombre, hermano, amigo, etc (u otros títulos), la formación y enseñanza necesaria para dejar en la predicación, testimonio celebración, etc, el que abarcaría a través de la Santa Tradición, que se consolidaría décadas después, primero con la Didajé, la oralidad, y por último en las Sagradas Escrituras positivizada con la Biblia, sistematizado por la Iglesia Católica.
Cuando Jesús, (anteriormente, con su preparación, Emanuel) vino al mundo pudo haber nacido donde se le diera la gana (de acuerdo a las promesas), pero no, lo hizo en el lugar propicio, en el momento indicado, según las condiciones que se requerían exactos para la redención, por ello nadie supo de su entrada, ni de sus propósitos, ningún hombre, inclusive hasta estaba oculto a los ángeles, con excepción del Arcángel Gabriel y otros que lo acompañaban (que no mencionan), y aun sí que menos el Demonio y su séquito (pues es claro que tenía nociones, porque conoce las Escrituras, y además el suceso de lo que ocurrió, que según la tradición fue una de las causas de la rebelión el hacerse “hijo del hombre), por esto fue que Cristo, el mesías quiso que lo imitaremos para ser precisamente adoptados nuevamente como hijo de Dios, pero para ello era requerido la “libertad humana”, porque sin este requisito no era posible liberarnos, ya que se requería de la voluntariedad, para conformar el nuevo mundo, por ello que toque luchar, esforzarnos contra la ignorancia, la negligencia y el olvido.
Dice San Agustín en el Sermón 190 (seguido en el 189, 195 y 215) haciendo referencia a lo anterior, a que fue creado de una virgen que Él escogió, y luego educado por manos que Él también decidió, siendo el Logos (palabra viva), y siendo que el humilde, silencioso salvador de la humanidad, todo descansa en Él:
“Nuestro Señor Jesucristo, que existía junto al Padre antes de nacer de madre, no sólo eligió la virgen de la que iba a nacer, sino también el día en que iba a hacerlo. A menudo los hombres, sujetos a error, eligen las fechas, uno para plantar una viña, otro para edificar, otro para irse de viaje y otro, a veces, hasta para casarse. Quien así actúa lo hace para que llegue felizmente a término lo que en esa fecha va a tener lugar. Pero nadie puede elegir el día de su nacimiento. Él, en cambio, pudo elegir ambas cosas, porque hasta pudo crearlas ambas. Y la elección del día no la hizo como los que de forma vana hacen depender la suerte de los hombres de la ubicación de los astros. No le hizo feliz el día en que nació; al contrario, fue él quien hizo agraciado el día en que se dignó nacer. Pues el día de su nacimiento encierra también el misterio de su luz.Celebremos, por tanto, ¡oh cristianos!, no el día de su nacimiento divino, sino del humano, es decir, el día en que se amolda a nosotros, para que, por mediación del invisible hecho visible, pasemos de las cosas visibles a las invisibles. Conforme a la fe católica, debemos reafirmar los dos nacimientos del Señor: uno divino y otro humano; aquél fuera del tiempo, éste en el tiempo; ambos asombrosos: el primero, sin madre; el segundo, sin padre”.
Entiéndase que cuando Jesús, nace, y se da el desenlace de su plan, la primera discípula fue su madre, aun antes de todo, fue la que dijo sí (con su FIAT) para el trabajo en favor del Reino de Dios a través de San Gabriel. Su construcción que es lo que estamos viendo, “hágase en mí según tu palabra” (es de imitación), de mera obediencia humilde, y magnánima, de cumplir sus propósitos fundadas en el esfuerzo (libre voluntad), no sujetos en la obligatoriedad, sino en la voluntariedad, por ello, que tengamos nuestras propias personalidades, caracteres y decisiones morales para aceptar o no las leyes eternas, divinas, y racionales (naturales) ajustándose a los cánones positivistas de nuestros ordenamientos jurídicos como de nuestra vida ética, centrada en la virtud, en la justicia (zaddik) como lo hizo San José, y los patriarcas y profetas, (alianza), ya que esto sería condición imprescindible para la reunión (unificación) con la humanidad.
Desde la gruta (cueva), oculta, pobre, simple, se dio el comienzo como Luz del mundo que le han llamado el “Logos” (Verbo), quien inició el “arché” de todas las cosas, el primer Evangelio (buena noticia) propiamente fue Él mismo, que debía mostrarse ahora para limpiar la naturaleza humana, con la “debajeo” a la tierra (humus) de ese hombre corrupto, lastimado (concupiscente) caído desde Ben Adam (adamá, formado del polvo de la tierra, de allí proviene la humildad), de lo que sería el nuevo Adán y la nueva alianza, cuya nueva Eva sería la Inmaculada Maria, quien regentaría la Iglesia y sus descendientes, sus hijos, nosotros, su cuerpo místico, colaboradores del Reino de Dios (véase, 1 Corintios 3:9), por ello que necesitemos de su mediación (a través de Cristo) y la poderosa intercesión de la Santísima Theotokos, los ángeles y los santos, como estructura organizativa administrativa, cimentado por Dios, que comienza desde el Bautismo y termina con la transfiguración de la materia hacia el regreso de nuestra alma (esposa) en la partida (re-unión) con la Santísima Trinidad.
El nacimiento del salvador marca el comienzo de la fe, la revelada, la divina que se muestra para todos (cristianos, ateos, paganos, impíos, etc), dicha salvación debe ahora ganarse, volviéndonos, en este caso "hijos por adopción" en el cultivo de la virtud teologal pero también se pulsa con la obra, el esfuerzo, para obtener la gracia. En lo que se refiere a esta primera etapa que surge desde la gruta, que podemos llamar "misterios gozosos", hasta el bautismo antes del ejercicio del ministerio público, con los "misterios luminosos", con Juan Bautista el último de los profetas, tendría su eco final para esta etapa que según Ana Catalina Emerick, estarían formados según la secta de los esenios (siendo para esta la encarnación el 25 de febrero y la natividad el 25 de noviembre). De aquí el llamado que nos depara para nosotros mientras que estemos en esta vida (homo viator) ser justos, para luego ser santos cuya obligación se cumple en las leyes divinas según su voluntad (obediencia/humildad) hacia la vía de la theosis.
Podemos decir sin duda alguna que la pasión, muerte y resurrección de Cristo es la parte central del plan de salvación (oikonomia), es donde comienza, la cura, con dosis letales al brote el pecado, como del deceso que había entrado al mundo desde la caída del primer hombre, por tanto, es por ello que se considera el “nuevo Adán” a Jesús y a María, la “nueva Eva”, del cual nacería de la mujer, y la “Iglesia” tal cual como hemos ya comentado, pero administrada desde los sacramentos, en las misiones, apostolados, discipulados, etc, conversiones, ejecutadas por la Gospa, aquella Inmaculada, tal cual como lo hacen también los demás santos según sus virtudes y los ángeles (de acuerdo al diseño de las leyes eternas y divinas). Aquí se marca los peldaños desde el nacimiento del Logos (Verbo), el arché del camino a recorrer para nuestros pasos, es decir, la verdad para ser instruido, acatada, predicada, como de la vida a seguir de nosotros sus hijos según nuestras condiciones y capacidades (scientia crucis).
Si el nacimiento es el comienzo a todo, la etapa gloriosa, se puede determinar formalmente desde el momento que lo bajan de la cruz (o lo llevan a la sepultura), o bien desde cuando resucita (materialmente hablando), aquí se podría decir definitivamente que nace el cristianismo (como ecclesia), y de allí que queda esencialmente de tajo eliminado el pecado (redención) y la muerte corporal (con la resurrección) y la espiritual (esclavitudes), en esta fase se consolida otra que se da cuando deja de aparecer públicamente Jesucristo a sus discípulos y apóstoles, ya que ahora lo haría solo en el interregno de cuarenta (40) días según las escrituras (véase, Hechos 1:3). Desde aquí dejaría asignadas las primeras misiones para lo que sería el “cristianismo primitivo” (iniciado en comunidades como en la Iglesia misma, marcando una metodología sacramental), estatuidos a través de la sucesión apostólica con los obispos, y luego como sería conocido, “catolicismo” (universalismo) cuya composición única fue de forma tradicional/ortodoxa.
Luego de estos sucesos que comienzan en su segunda etapa (previa) del llamado nacimiento de Jesús, vendría con el Fiat de Maria, luego con la concepción, desarrollo, de la pasión, muerte, resurrección y demás…, pronto de estos periodos que serían necesarias para el plan, se presenta el comienzo de la construcción del Reino, ahora nosotros como colaboradores, posterior a la ascensión y por supuesto con la venida del Espíritu Santo, hasta el final de los tiempos (que es la etapa en la que estamos, una de las etapas más largas) aquí se desenvuelve lo que sería/será lo cimentado, por ello la importancia de la Santa Tradición (depósito de la fe), y las misiones, [neo] martirios, apostolados, tareas, consagraciones, etc, de la fase soteriológica que nos lleva a la escatológica (iluminación de conciencia, lluvia de fuego, gran Tribulación, apostasía, etc) a la llegada visible (maranata) o reinado final, hasta que se cumpla lo último según sus misterios (promesas), y “se cierre el telón”, una vez se haya surtido la redención consumada del último colaborador.
Como ven, aunque no haya acabado esta etapa en la que estamos (que parecen coincidir con la Iglesia de Filadelfia, otros dicen que de Sardes), se debe cumplir otro periodo que va desde el fin de los tiempos hasta o con la parusía (aquí aparece el llamado milenarismo, en el cual puede comenzar un poco antes o después, pero que a ciencia cierta no se ha sabido interpretar correctamente), qué se le conoce como un tiempo de paz, cuya consecuencia son "benignas", y ante todo es la antesala al juicio final y luego la resurrección de los muertos, de allí que este de presente el juzgamiento (para la entrada a la nueva patria celestial), según la metodología ceñida por la Iglesia Católica tradicional, y ortodoxa. Todo lo anterior, como síntesis de las siete (7) fases, que no podemos llamar octava (8°), sino la triunfante con el juicio de los justos y malos [impíos], será esto el nuevo comienzo incorrupto: nuevo cielo y tierra.
¿Por qué se explica esto?, porque la navidad es una fiesta que celebra una de las primeras etapas del plan de salvación (oikonomia), que hemos señalado, que es la segunda (2°), siendo la primera la de adviento (con promesas hechas desde Abraham), por eso que sea importante celebrarla, no solo litúrgicamente, sino también, en los calendarios seculares como una gran preparación del cual nos acerca a la esperanza (spes) del cumplimiento de la palabra de Dios (Logos) que se ha gestado desde sus primeros inicios al pie de la letra hasta la fecha, cuyo celebración oficial se da en Roma oficialmente en el año 354 y en oriente en el 379, como dice Benedicto XVI, “Adquirió su forma definida en la cristiandad a partir del siglo IV, cuando desplazó a la fiesta romana del sol invicto y enseñó a entender el nacimiento de Cristo como la victoria de la Luz verdadera”. (véase, Bendición de la navidad: Meditaciones: Herder).
Para nadie es un secreto quién tenga un poco de entendimiento y revise un poco las escrituras en el Antiguo Testamento, (ya sea, Isaías, Sofonías, Miqueas, entre otros, por ejemplo), sabe que el el advenimiento (vísperas, “paramoni”) es una etapa crucial para la humanidad, de lo que sería el Emanuel (ex ante de Jesús), en lo que significa, la preparación de Dios para “estar con nosotros”, hasta el fin de los tiempos, con título del salvador, e “hijo del hombre”, son con estas fechas escogidas cuando se inicia desde su nacimiento los sucesos salvíficos, estos además, conectan con el dogma del Inmaculado Concepción de Maria (santificada desde el seno materno, y ajena al pecado original) por lo que da mayor santificación, y mayor naturaleza a su llegada, cuando dice: “Alégrate, llena de gracia” (kejaritomene), por el bendito del fruto del vientre que era el mismísimo “hijo de Dios” (hipóstasis) del cual fue nacido en una gruta (véase, Justino Mártir, y Orígenes) y prometido desde Abraham (en forma trinitaria).
La santificación del vientre de Maria (la hija de Sion), no solo santificó lo que sería la salvación, sino también indirectamente el vientre de Isabel y Zacarías, con Juan el Bautista, el último de los profetas (recordemos, Juan 1:30: “Detrás de mí viene un hombre que está delante de mí, porque existía antes que yo”), en todo caso, es un misterio, sus encuentros, charlas, y de más, como la que se dio con su prima en Ain-Karem. Lo que sí sería cierto es quién vendría después de él (como última figura) sería el salvador no solo del mundo, sino del pecado y la muerte, nacido en Belén (otros dice que en Nazaret, históricamente hablando, como Benedicto XVI), este hecho sorprende no solo la llegada (paganos) de los reyes magos (de oriente), sino la invitación de los pastores al encuentro (considerados los más humildes), prescribiendo de esto no solo las costumbres hebreas, sino también las leyes positivas, y naturales, como las divinas, las devenidas de la ley mosaica (para todos), dentro del periodo de la circuncisión de los ocho (8) días, que era en esa costumbre hebraica, su bautismo —unificación— según la antigua normatividad.
El rey de la victoria ya estaba con nosotros, y estaría aún más con la venida del Espíritu Santo (descenso espiritual) para el resto de nuestras vidas para conseguir el ascenso hacia Dios del hombre (theosis), pero antes, en su nacimiento comenzarían los primeros problemas en cumplimiento de la ley, como lo sería la presentación en el templo, la matanza de los bebés inocentes, la ida a Egipto (todo esto que podemos encontrarlo en el Evangelio, que aquí no expondremos), al fin son detalles cruciales que enfrentó y que luego el regreso a Nazaret, y sus apariciones en el tiempo se discutirían desde joven con los doctores de la ley sería una formación sabía y esto hace parte de los dolores de Maria (conocido como vía matris —corredentora—), por ello que la gente y los sacerdotes se preguntarán cómo un hijo de un carpintero de los 12 a 30 años podría tener tanta sabiduría, conocimiento y ciencia (dones sapienciales) como también lo que se destacaría en gracia en el desarrollo de la madurez espiritual.
Si se dan cuenta, Dios hecho hombre, en su doble naturaleza, en este caso como humano (sufrido), quiso trazar realmente el camino hacia a la verdad, para obtener la vida eterna para nosotros, en cuanto a cómo se debería de imitarse, por esto que debemos ganarnos el ser hijos por adopción porque no viene de inicio, de paquete. No se trata solo de bautizarnos y ya (mera formalidad) sino de cumplir sus mandamientos (materialización), marcando así un trayecto a seguir, según nuestras condiciones/capacidades. Él quiere que maduremos por grados (según sus designios) para ir creciendo en gracia (personal e institucionalmente), como lo es el trabajo del alma-espíritu y de los dogmas de la Iglesia, de allí que el cuerpo sea un buen instrumento bien utilizado —sacramentalmente—, como lo tenía Jesús: robusto, musculoso, ejercitados (véase, Mario Sgarbossa, Jesus, Librería San Pablo p. 53) ciñéndose como luz del mundo, que en este momento no lo sabían para ser esperanza para otros (prójimo), tan solo se daría a conocer en su primera fase hasta lo que fue su bautismo con su primo Juan el Bautista (antes de comenzar su ministerio público).
Recordemos el “Nunc dimittis” (conocido como "ahora dejas" o "déjalo ir") conforme a lo que fueron las palabras del devoto judío (correcto/ortodoxo), como lo fue entre otros casos Zacarías (el Padre Juan Bautista) y en este en particular, Simeón el Anciano, fungido como uno de los traductores de la Septuaginta (LXX), que se mostraba como hombres que seguían la ley de los profetas (hebraísmo), a este último según la tradición, le habían mostrado el pasaje de Isaías (ex ante al cumplimiento de las promesas), sobre el advenimiento de Jesús a través de una virgen, versículo que revisó minuciosamente, ante esto en la presentación del templo en este "misterio gozoso", de la llegada del Mesías dijo:
“Ahora Señor puedes dejar que tu siervo [discípulo] muera en paz [con esperanza], como lo has prometido [según las escrituras, pero principalmente con la Santa tradición], porque mis ojos [espirituales] han visto la salvación [plan salvífico] que preparaste [con los patriarcas y profetas] delante de todos los pueblos [gentiles, judíos, paganos]: luz [quien vence] que viene para iluminar [el pecado, la muerte, los vicios] a las naciones paganas [reinos, gobiernos, Estados] y gloria [victoria] de tu pueblo Israel [cristianos]”. Esto implica que el Anciano Simeón, como hombre justo, piadoso, no tuviera más nada que ver, porque ya lo había visto todo, con sus ojos espirituales se le mostraba (en pocas palabras) el plan de salvación (oikonomia) del Mesías, del hijo de Dios [en una imagen, iconografía, como sería el velo de la Verónica], de Dios mismo encarnado, ya no en Emanuel (promesas), porque ya está con nosotros, sino en Jesús, salvando a la humanidad, redimiéndola de todos sus errores.
En consecuencia de lo que se ha escrito todo parece indicar que nuestra querida Iglesia hizo un movimiento correcto, oficializando la fiesta de la natividad como celebración tradicional/ortodoxa, que no es como pretenden los ignorantes e impíos, al decir que es una festividad romana o pagana, ya que son cosas totalmente distintas (véase, The Philokalia Calendar, a Juan Crisostomo en sus homilías, o los estudios de John R. Curaan, Ramsay MacMullen, Karen B. Westerfield, Steven Hijmans, Taylor Marshall, Thomas J. Talley o a William T. Tighe), exactamente en la Santa Tradición el primero que establece tal fiesta fue San Hipólito de Roma en el Comentario del Libro de Daniel, IV, 23,3 (otros dicen que fue el historiador y apologista heleno, Sexto Julio Africano, véase, Chronographiai), en todo caso a ciencia cierta ya se venía haciendo desde los primeros siglos, (véase también, C, Bo Reicke y Benedicto XVI, y nuevamente “La bendición de la navidad”, editorial Herder, p. 57).
Al respecto sobre esto dice Benedicto XVI en su Audiencia General del miércoles 23 de diciembre de 2009:
“Algún exegeta observa, además, que ese día se celebraba la fiesta de la Dedicación del Templo de Jerusalén, instituida por Judas Macabeo en el 164 antes de Cristo. La coincidencia de fechas significa entonces que con Jesús, aparecido como luz de Dios en la noche, se realiza verdaderamente la consagración del templo, el Adviento de Dios a esta tierra".
Frente a esto, nos podemos dar cuenta como la cizaña del maligno, con sus herejías, confusiones y errores sigue implicado en nuestras decisiones, sino también inmerso en los datos e información, entre ellos, de lo que fue la fase del nacimiento del salvador y como lo tergiversa a través de sus instrumentos. Tengamos claro que el nacimiento de Cristo nos da una esperanza en contra de sus enemigos comenzando por los mismos reyes, gobernantes (como Aureliano, o el mismo Juliano el Apostata) que establecieron la fecha pagana dolosamente el mismo día establecido por la Iglesia, del tal "Sol invicto", porque como ya se ha demostrado los cristianos ya venían celebrando desde tiempo atrás esta efemérides, y que no tenía nada que ver con la fiestas saturnales, (léase los estudios anteriormente expuestos, además las del historiador judío Alfred Edersheim, véase, “La Vida y los Tiempos de Jesús el Mesías") del cual se debe considerar además como fecha de ayuno (en el adviento), de lo que llamarían la “edad integral” que coincide posteriormente a su vez con la Pascua (pasión, muerte y resurrección) como fiesta central del plan salvífico.
Los enemigos de la Iglesia están en todas partes, ya decía San Juan Crisóstomo: “Más fácil es apagar el sol que destruir la Iglesia Católica” ya que no tanto han sido sus detractores externos, sino los internos, sus mismos miembros los que han querido corromper a la ecclesia, con blasfemias, herejías, apostasías…, pero esto pasa porque se dejan cultivar por los vicios espirituales, entre ellos la vanagloria consumado por el espíritu de la soberbia, y la codicia (la raíz de todos los males según San Pablo), por ello que toca orar incesantemente y llevar una vida ascética, sacramentada, para eliminar o al menos minimizar estos riesgos diabólicos, muchas veces causados por nosotros mismos, por la vida en lo mundano (materialismo). Véase que “El hombre es un pequeño mundo compuesto de los mismos elementos que el universo”, decía, San Gregorio de Nisa, y está unido a la divinidad pero para esto se necesita esfuerzo, no confiar en su propia fuerza, todos los patriarcas y profetas lo hicieron, San Juan Bautista inicia/finaliza su misión con arrepentimiento y con el que viene detrás de él, todos se humillaron, lo mismo lo hizo Jesucristo con el inicio/desarrollo/final de nuestra salvación, ¿ahora que se espera de nosotros, que somos gusanos o polvo y ceniza?, Hermano el Reino de Dios está cerca, confesémonos y sigamos el Evangelio, no hay otra salida.
Ahora, podemos decir a viva voz, con este primer hecho soteriológico, como si estuviéramos cantando un salmo o un himno como victoria a la llegada de la salvación, exclamemos:
“Porque tuyo es el dominio, y tuyo es el reino, y el poder, y la gloria del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos”. Amén
Serviam Deus
(serviré a Dios)
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